Epidemiología
Cualquier
persona y a cualquier edad puede sufrir una crisis de vértigo,
El VPB, el síndrome de Ménière y la neuronitis vestibular
representan algo más de la mitad de las consultas por mareo y vértigo.
Se estima que el primero lo padece un 6-10% de la población en
algún momento de su vida, afectando predominantemente a mujeres
de más de 50 años. El vértigo o síndrome de
Ménière sigue en prevalecía al anterior, y se puede
presentar en ambos sexos, aunque es ligeramente más frecuente entre
la población femenina y en la franja de edad comprendida entre
los 30 y los 60.
La
población infantil puede sufrir otras formas de vértigo
muy diferentes a las catalogadas: habitualmente son problemas de oído
medio que suelen manifestarse en forma de crisis espontáneas muy
breves; con los años, o bien se van curando a se vuelven crónicas
y pasan a transformase en jaquecas.
En
los ancianos, se presentan cuadros de vértigo multisensorial originados
por el fallo de la coordinación entre los tres sistemas que intervienen
en el sentido del equilibrio: suelen evolucionar a una inestabilidad crónica.
Diagnóstico
El
diagnóstico se realiza por una parte haciendo una anamnesis del
paciente, es decir, se le pregunta en primer lugar que defina lo que le
ocurre, duración, que identifique en que circunstancias le ocurre
etc., y este diagnóstico se complementa con una exploración
minuciosa del paciente, en la cual, además de una revisión
otorrinolaringóloga completa y las observaciones propias de una
exploración rutinaria (auscultación de corazón y
carótidas, toma de presión arterial y pulso de pie y acostado,
etc) se realizaran una serie de maniobras especificas y, en muchos casos,
sencillas:
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Observación
de su capacidad de desplazamiento: si el paciente no puede
hacerlo, es un síntoma de ataxia o de que sigue en una crisis de
vértigo. Su capacidad para distintos tipos de maniobra, como saltar
a la pata coja o caminar de forma que toque con el talón del pie
la punta del pie anterior, permitirá identificar diferentes grados
de ataxia.
*
Evaluación
de la estabilidad postural, con la que se pretende identificar,
por ejemplo, la forma en que el paciente compensa un empujón.
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Evaluación
del equilibrio mediante posturografía de plataforma móvil,
que básicamente consiste en una plataforma no fija, que registra
los movimientos posturales cuando el paciente intenta colocarse en una
posición de equilibrio.
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Maniobra
de Romberg, en la que se coloca al paciente con los pies
juntos, los brazos estirados y los índices enfrentados a los del
facultativo, y se le pide que cierre los ojos. La inestabilidad o desviación
de los índices son indicativos de una posible lesión vestibular.
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Marcha
hacia delante o hacia atrás con los ojos cerrados siguiendo una
línea recta.
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Observación
de los movimientos oculares mediante una exploración
física directa o con ayuda de la electronistagmografia (mediante
unos electrodos, se recogen movimientos oculares ante diferentes estímulos).
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Prueba otológicas
(audiometría/audiografía).
Si
bien estas herramientas de diagnóstico suelen bastar al médico
para discernir el tipo de vértigo padecido por el paciente, se
puede recurrir a técnicas más sofisticadas y concluyentes,
como exámenes neurológicos instrumentales.
Para
descartar o confirmar la presencia de posibles enfermedades causantes
de los episodios de vértigo, los facultativos suelen recurrir a
técnicas como la tomografía axial computerizada o la resonancia
magnética nuclear del cráneo, radiografías de columna
vertebral, etc. Además, obviamente, de pruebas hematológicas
o urológicas que le permitirán detectar enfermedades como
diabetes, trastornos circulatorios o de la función renal, etc.